A medida que la cantidad de infecciones y muertes por COVID-19 se
multiplican cada día, ha habido un aumento en las llamadas en todo el mundo
para que las personas muestren solidaridad y se cuiden mutuamente. Sin embargo,
para el gobierno israelí, no existe la solidaridad.
Tan pronto como se detectaron las primeras infecciones por coronavirus,
las autoridades israelíes demostraron que no tienen intención de aliviar el
apartheid para asegurarse de que los palestinos puedan enfrentar la epidemia en
condiciones más humanas.
La represión (real y en su forma más cruda) ha continuado, con las
fuerzas de ocupación israelíes utilizando la excusa de una mayor presencia
militar para continuar con las redadas en algunas comunidades, como el barrio
de Issawiya en Jerusalén Este, la demolición de viviendas en lugares como la
aldea de Kafr Qasim y la destrucción de cultivos en las comunidades beduinas en
el Desierto de Naqab.
Décadas de gobierno de tendencia colonialista al estilo sionista eso sí,
ocupación militar y repetidos ataques a la población civil han enseñado a los
palestinos a no esperar ninguna "solidaridad" del gobierno del
apartheid israelí. En esto, como en las crisis anteriores, saldrán adelante y
ya lo han demostrado, pues a pesar de los escenarios adversos, para los
palestinos sobrevivir es una constante, ya han sido amenazados con la
extinción, por lo que paradójicamente la amenaza de una pandemia no representa
una amenaza mayor de lo que ha representado el sionismo para Palestina en los
últimos años y en el presente, pues mientras a todos sus respectivos gobiernos
ordenan quedarse en casa, los palestinos deben enfrentar situaciones tales como
que los funcionarios de la
Administración Civil de Israel en Cisjordania llegaran con una escolta militar,
una excavadora y dos camiones de plataforma con grúas a la comunidad palestina
de Khirbet Ibziq en el norte del Valle del Jordán. Confiscaron postes y láminas
que debían formar ocho carpas, dos para una clínica de campo y cuatro para
viviendas de emergencia para residentes evacuados de sus hogares, y dos como
mezquitas improvisadas.
Además de la impactante destrucción de la clínica en construcción, la
Administración Civil continúa su rutina de demolición. Demoliendo hogares
estacionales de granjeros que son residentes de Jerusalén, en el pueblo de ‘Ein
a-Duyuk a-Tahta, al oeste de Jericó.
Para controlar mejor a la población palestina que debe trabajar en
Israel también les obligan a bajar una aplicación, ya que los palestinos que trabajan en Israel deben ir a la Coordinación de las
Actividades del Gobierno en los Territorios (Ocupados), COGAT, para obtener sus
permisos, pero las oficinas de COGAT están cerradas debido a la pandemia del
coronavirus.
Los palestinos con permiso no tienen más
remedio que bajarse la aplicación para saber si se encuentran legalmente en
Israel. La
aplicación se obtiene después de que los palestinos confirmen el siguiente
párrafo: "Nosotros [el Ejército] podemos hacer uso de la información que
recogemos para lo que queramos, incluidas cuestiones de seguridad".
A pesar de que el mundo se encuentra en estado de alerta, que en muchos países con
problemas con sus respectivos gobiernos, la crisis del coronavirus entrega una
especie de tregua y la atención pasa por resolver de la mejor manera posible
una crisis sanitaria que lentamente se va tornando también en humanitaria, en
Palestina no pasa un día sin que Israel no golpee, arreste ni mate a un joven
palestino, a una mujer, a un hombre o a un niño, y lo que es moralmente
escandaloso, más de lo que puede ser una acción de guerra feroz, es que todo
esto se comete en el estado de no beligerancia sino de “simple” ocupación
militar: un crimen en sí mismo, que luego se agrega a los crímenes diarios
individuales que Israel, con arrogancia inescrupulosa, cataloga como “seguridad”
dando a sus partidarios la palabra clave para permanecer indiferentes.
Con todos estos ejemplos de lo que es
estar a merced de una ocupación, los palestinos que también cuestionan a su gobierno, protestar
en contra de él no es una opción, la única opción que les queda como sociedad autónoma
es la resiliencia, saber hacer el máximo con lo que se tiene a mano. Ver
posibilidades donde los demás sólo ven confusión. Prueba de ello es que Gaza siempre golpeada y
brutalmente sometida por el asedio isarelí se las ha arreglado para fabricar y
exportar más de 600.000 mascarillas y 100.000 trajes protectores en las últimas
tres semanas para los países europeos, también gracias a esa disciplina es que
en Palestina se han registrado hasta la fecha solo 273 casos de coronavirus y 2 lamentables
muertes. Pero el mensaje para el mundo es que en Palestina bajar los brazos no
es una opción, quejarse tampoco, la consigna es salir adelante en base a un
esfuerzo colectivo que permite que la supervivencia de Palestina se asegure por
el amor a su identidad, a su patria y a un símbolo de 4 colores que no destiñe,
sino que brilla de orgullo por ser lo que son: palestinos.