miércoles, 6 de diciembre de 2017

Jersusalén es de Palestina


Antes de entrar en materia, primero debemos profundizar en la ideología sionista, por lo que primero definamos “sionismo”, ideología que escapa a cualquier percepción preconcebida de política e incluso religión, pues abarca ambos conceptos hasta convertirla en una verdadera arma manipuladora de conciencias, ya que es la impulsora de la deshumanización hacia los palestinos. Solo hagamos un ejercicio de memoria cuando atacaron Gaza la ministra de Justicia, Ayelet Shaked, que, en el apogeo de esa guerra criminal en el verano de 2014, infamemente escribió:

“El pueblo palestino nos ha declarado la guerra y debemos responder con la guerra. No un operativo, no un movimiento lento ni de baja intensidad o escalada controlada, no destrucción de la infraestructura del terror ni asesinatos elegidos. Suficiente con las referencias indirectas. Esta es una guerra... No es una guerra contra el terror, tampoco una guerra contra los extremistas y ni siquiera una guerra contra la Autoridad Palestina... Se trata de una guerra entre dos pueblos. ¿Quién es el enemigo? El pueblo palestino... ¿Qué es tan horrible acerca de entender que todo el pueblo palestino es el enemigo? Toda guerra es entre dos pueblos y en todas las guerras la gente que comenzó la guerra, toda esa gente, es el enemigo... Detrás de cada terrorista hay decenas de hombres y mujeres sin los cuales no pudo participar en el terrorismo. Todos ellos son combatientes enemigos y su sangre se derramará sobre todas sus cabezas. Ahora bien, esto también incluye a las madres de los mártires... Ellas deben seguir a sus hijos, nada sería más justo. Deben desaparecer, al igual que las casas físicas en las que se plantaron las serpientes. De lo contrario, más pequeñas serpientes serán criadas en ellas”.
Una declaración semejante, con toda la deshumanización que implica, es una reminiscencia de innumerables ideologías (aunadas ahora en el sionismo) dignas del nazismo alemán de la década de 1930. La noción de "guerra total" contra todo un pueblo, entre ellos mujeres y niños no combatientes, está realmente más allá de la simple propaganda de guerra, es la apología del genocidio y de la limpieza étnica.
Y este es exactamente el punto: la limpieza étnica, como un concepto y objetivo militar, eso es lo que el sionismo ha convertido a la política del Israel moderno.
Aclarado esto, que se declare a Jerusalén como capital de Israel es un golpe al sentido común, es asesinar la historia y sepultar la justicia. No conformes con humillar a la población Palestina todos los días convirtiéndolos en reos de su propia tierra, ahora los despojan de su identidad.  Es posible entonces que ¿las capitales pertenecen a las religiones? ¿la gente que practica la religión judía de Europa puede proclamar Jerusalén como su capital? ¿los cristianos pueden proclamar Jerusalén también por que ahí murió Jesucristo? o ¿solo pueden reclamarla los practicantes de la religión judía, aunque no tengan otro nexo con el lugar aparte de la religión?
La respuesta a esas interrogantes es que han hastiado (y confundido) con esa verborrea religiosa por la que una nación (inventada) que con prepotencia justifica masacres, exterminio y despojo de sus tierras a sus habitantes, por muy pueblo elegido que se considere. En nombre de Dios (su Dios) se están cometiendo las mayores injusticias apelando a “santas escrituras” y promesas de un “dios” (si eso no es fanatismo religioso…) para reclamar “Derechos Históricos y divinos”. Ese pueblo que arranco lágrimas por lo que vivió, ahora genera desprecio por sus actos.
Jerusalén es de los palestinos tal y como el Loa pertenece a los chilenos o Bangkok a los tailandeses. Además, cuando quienes dicen que Jerusalén no pertenece a nadie declaren que sus propios países no pertenecen a nadie sino a todo el mundo, entonces prometemos junto al staff del hincha de cartón solemnemente retractarnos.

Respecto a Donald Trump que podemos esperar de alguien que fue tildado por el diario “the economist” como “políticamente inepto, moralmente estéril y temperamentalmente impropio para el cargo”. Además, es prudente mencionar que esta movida en el marco interno en el cual es adoptada, pues Trump cumple su primer año en la Casa Blanca con un apoyo mínimo para cualquier otro presidente que toca el 35%, la decisión sobre Jerusalén parece así nacida más del trasero que de la mente. Y la consecuencia principal de esta estupidez es que con la decisión del mandatario estadounidense puede desembocar en que los fundamentalistas israelíes supongan que la medida sin precedentes en 70 años que adopta Washington enciende una luz verde para asumir como propio el espacio histórico palestino, a partir del aval de nada menos que de la mayor potencia planetaria liderada por un imbécil inmoral.

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