Existen cosas, eventos, sucesos, que no encontramos explicación, más aun cuando se trata de un hecho cuyo fatal desenlace nos toca a todos. Lo ocurrido con el club Chapecoense nos enrostra lo frágil que es la vida, lo injusto que nos parece que vidas en pleno desarrollo se vean truncadas de golpe por caprichos del destino. El equipo brasileño estaba rozando la gloria, un pequeño club que con poco consiguió estar en una final sorprendiendo a propios y extraños…pero esa final nunca se jugará, solo nos quedará el amargo recuerdo de que estas estrellas se apagaron antes de entrar al firmamento a brillar con la luz de sus propios méritos.
Es imposible no hacer comparaciones del club brasilero con nuestro palestino, ambos clubes son humildes y en base a esfuerzo lograron sólidos resultados, es imposible no albergar la tragedia como propia, cuando los que vemos en el fútbol un canalizador de pasiones e ideales, somos testigos de cómo los artífices de la hazaña continental con otros colores ilusionaron a sus hinchas de la misma forma que los nuestros.
Para todos ellos:
Corazones rotos teñidos de verde
Laten en silencio en un lago de lágrimas;
El césped donde brillaron,
De en un juego que esconde el secreto
De volver a ser niños,
Guardará por siempre las ilusiones
Que en los corazones construyeron;
Los soñadores pueden morir, pero
Los sueños sobreviven.
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