El "plan de paz" o “acuerdo del siglo” de Donald
Trump no es un plan para avanzar en las negociaciones de paz entre israelíes y
palestinos. Es un plan para hundirlos.
El presidente de Estados Unidos lanzó el esperado plan de"Paz a la
prosperidad" el martes por la tarde después de una ceremonia en la Casa
Blanca con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.
A la propuesta le falta una característica distintiva de
cada plan de paz anterior: un camino hacia un estado palestino viable. Divide
los territorios palestinos y los rodea por Israel, y le da a Israel un control
total sobre la seguridad palestina, permitiendo que un futuro gobierno
palestino ejerza un control total sobre su propia tierra sólo cuando Israel lo
considere aceptable. Es una especie de estado sin ser estado: una Palestina sin
gran parte de su tierra y subordinada a Israel para funciones básicas.
La gran trampa de tal “acuerdo del siglo” es que Palestina
será llamado estado, pero sin serlo, ni tener autonomía sobre su territorio, es
decir Israel recrudecerá su invasión, pero esta vez el invadido tendrá el
estatus de “estado”.
Huelga decir que los palestinos no pueden y no aceptarán tal
humillación, y el presidente palestino Mahmoud Abbas ya lo ha descartado.
"No, no y no", ha dicho. “Jerusalén no está a la
venta. Todos nuestros derechos no están a la venta ni al trueque”.
De hecho, los palestinos ni siquiera tuvieron un papel en la
redacción del plan: fue elaborado principalmente por el yerno de Trump, Jared
Kushner, en consulta con el gobierno israelí. La idea de que este es un
esfuerzo de buena fe para hacer la paz es ridículo.
Entonces, si el "plan de paz" no es un plan de
paz, entonces ¿qué es?
Primero, es un esfuerzo ayudar a Netanyahu, un aliado
incondicional de Trump, antes de las elecciones de marzo en Israel. La
publicación de un plan tan inclinado hacia las prioridades israelíes ayuda al
primer ministro del ala dura del sionismo a venderse como el hombre mejor
posicionado para manejar la relación vital entre Estados Unidos e Israel. Y no
parece una casualidad que el plan se haya lanzado el mismo día en que el fiscal
general de Israel acusó formalmente a Netanyahu de cargos de soborno y
corrupción.
En segundo lugar, y más insidiosamente, es un plan para
legitimar el esfuerzo continuo de Israel por apoderarse de tierras palestinas
adicionales.
Estados Unidos, como el aliado más importante de Israel y el
mediador histórico en el proceso de paz israelí-palestino, ayuda a definir los
parámetros de lo que cuenta como un resultado aceptable.
Tan pronto como los palestinos rechazaron el plan, y les
tomó solo unos minutos hacerlo, los israelíes pueden decir: "Bueno, lo
intentamos, pero no aceptaron”. Y pueden proceder con la expansión de los
asentamientos y el acaparamiento de tierras. , moviendo a Israel hacia el
estrangulamiento final a Palestina con ello poniendo en riesgo la existencia
Palestina como nación soberana.
La visión de Trump es, en resumen: un "plan de
paz" que en realidad es un plan para destruir las perspectivas de paz. Una
movida oscura y con tintes maquiavélicos en función de acrecentar la salud de
su principal aliado en la región.
Antes del plan de Trump, el marco básico para las
negociaciones de paz entre israelíes y palestinos había sido relativamente
fijo. Habría dos estados, con los palestinos tomando el control de la
abrumadora mayoría de Cisjordania y la Franja de Gaza poblados por palestinos,
y con Israel retirándose de los territorios ocupados, sin embargo lo que hoy
vemos es una puñalada que está destinada a desaparecer los últimos signos
vitales de la nación Palestina.