viernes, 31 de enero de 2020

El acuerdo del siglo...pero para Israel.



El "plan de paz" o “acuerdo del siglo” de Donald Trump no es un plan para avanzar en las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos. Es un plan para hundirlos.

El presidente de Estados Unidos lanzó el esperado plan de"Paz a la prosperidad" el martes por la tarde después de una ceremonia en la Casa Blanca con el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu.

A la propuesta le falta una característica distintiva de cada plan de paz anterior: un camino hacia un estado palestino viable. Divide los territorios palestinos y los rodea por Israel, y le da a Israel un control total sobre la seguridad palestina, permitiendo que un futuro gobierno palestino ejerza un control total sobre su propia tierra sólo cuando Israel lo considere aceptable. Es una especie de estado sin ser estado: una Palestina sin gran parte de su tierra y subordinada a Israel para funciones básicas.

La gran trampa de tal “acuerdo del siglo” es que Palestina será llamado estado, pero sin serlo, ni tener autonomía sobre su territorio, es decir Israel recrudecerá su invasión, pero esta vez el invadido tendrá el estatus de “estado”.

Huelga decir que los palestinos no pueden y no aceptarán tal humillación, y el presidente palestino Mahmoud Abbas ya lo ha descartado.

"No, no y no", ha dicho. “Jerusalén no está a la venta. Todos nuestros derechos no están a la venta ni al trueque”.

De hecho, los palestinos ni siquiera tuvieron un papel en la redacción del plan: fue elaborado principalmente por el yerno de Trump, Jared Kushner, en consulta con el gobierno israelí. La idea de que este es un esfuerzo de buena fe para hacer la paz es ridículo.

Entonces, si el "plan de paz" no es un plan de paz, entonces ¿qué es?

Primero, es un esfuerzo ayudar a Netanyahu, un aliado incondicional de Trump, antes de las elecciones de marzo en Israel. La publicación de un plan tan inclinado hacia las prioridades israelíes ayuda al primer ministro del ala dura del sionismo a venderse como el hombre mejor posicionado para manejar la relación vital entre Estados Unidos e Israel. Y no parece una casualidad que el plan se haya lanzado el mismo día en que el fiscal general de Israel acusó formalmente a Netanyahu de cargos de soborno y corrupción.

En segundo lugar, y más insidiosamente, es un plan para legitimar el esfuerzo continuo de Israel por apoderarse de tierras palestinas adicionales.
Estados Unidos, como el aliado más importante de Israel y el mediador histórico en el proceso de paz israelí-palestino, ayuda a definir los parámetros de lo que cuenta como un resultado aceptable.

Tan pronto como los palestinos rechazaron el plan, y les tomó solo unos minutos hacerlo, los israelíes pueden decir: "Bueno, lo intentamos, pero no aceptaron”. Y pueden proceder con la expansión de los asentamientos y el acaparamiento de tierras. , moviendo a Israel hacia el estrangulamiento final a Palestina con ello poniendo en riesgo la existencia Palestina como nación soberana.
La visión de Trump es, en resumen: un "plan de paz" que en realidad es un plan para destruir las perspectivas de paz. Una movida oscura y con tintes maquiavélicos en función de acrecentar la salud de su principal aliado en la región.

Antes del plan de Trump, el marco básico para las negociaciones de paz entre israelíes y palestinos había sido relativamente fijo. Habría dos estados, con los palestinos tomando el control de la abrumadora mayoría de Cisjordania y la Franja de Gaza poblados por palestinos, y con Israel retirándose de los territorios ocupados, sin embargo lo que hoy vemos es una puñalada que está destinada a desaparecer los últimos signos vitales de la nación Palestina.

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