miércoles, 20 de noviembre de 2019

El sacrificio de Gaza: la excusa de la corrupción israelí.



En los últimos días Gaza ha sufrido ataques por parte de Israel. La versión oficial de dichos ataques es para contener a la “yihad islámica”, para ello no escatiman en recursos. Empleando un poder bélico sobre la población civil que resulta obsceno ante las ya precarias condiciones de vida de los gazatíes, sin embargo los ataques israelíes actuales esconden una razón más personal, ya que el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu está siendo investigado por acusaciones de soborno, fraude y abuso de confianza, se alega que Netanyahu aceptó obsequios de empresarios adinerados y distribuyó favores para tratar de obtener una cobertura de prensa más positiva.

Los cargos que se le imputan a Netanyahu se distribuyen en los siguientes casos:

Caso 1: Se alega que Netanyahu recibió varios beneficios de alto valor, como champán rosado y cigarros, a cambio de favores para un amigo rico. Netanyahu ha dicho que eran muestras de amistad y que no actuó de manera inapropiada a cambio de ellos.

Caso 2: Netanyahu enfrenta posibles cargos de fraude y abuso de confianza en este caso. Se alega que ha acordado un acuerdo con el editor de un importante periódico para promover una legislación que debilite a un rival diariamente a cambio de una cobertura favorable. El editor enfrenta un posible cargo de soborno.

Caso 3: Se cree que este es el caso más grave porque podría ver a Netanyahu acusado de soborno, fraude y abuso de confianza. Se alega que Netanyahu promovió decisiones regulatorias que favorecieron a una compañía líder de telecomunicaciones a cambio de una cobertura de noticias favorable de uno de sus sitios web, como parte de un acuerdo con el accionista controlador de la compañía.

Además de los casos mencionados hay que agregar que desde que Estados Unidos dio luz verde para “legalizar” los asentamientos ilegales apostados en territorios ocupados palestinos, Netanyahu volvió a activar el plan de anexión del valle de Jordan. El dominio de Cisjordania ha sido el corazón de la ocupación israelí. Israel ha construido 140 asentamientos allí que son considerados ilegales bajo la ley internacional, aunque este país lo niega.

El valle en cuestión, desde la ciudad israelí de Beit Shean (a 90 km al norte de Jerusalén) hasta el extremo norte del mar Muerto, abarca unos 2.400 km2, casi un tercio de Cisjordania.
Se trata de una tierra fértil que limita con la frontera de Jordania. Allí viven unos 53.000 palestinos y 12.800 colonos judíos, según la ONG israelí antiocupación Paz Ahora.
La principal ciudad palestina en la región es Jericó. Pero también hay algo menos de 30 localidades más pequeñas y algunas comunidades de beduinos
Pero actualmente los palestinos tienen prohibido entrar o usar el 85% del territorio, de acuerdo al grupo israelí de derechos humanos B'Tselem (atacada en 2016 e incendiada por grupos extremos sionistas).

Israel ha trabajado incansable y sistemáticamente para destruir el espacio palestino, dividiéndolo en fragmentos débiles y aislados que son más fáciles de controlar, explotar y oprimir. Desde que Israel ocupó Cisjordania y Gaza la población palestina ha vivido una existencia cada vez más dividida: con Cisjordania separada de Gaza, Jerusalén Este del resto de Cisjordania, y zonas dentro de Cisjordania aisladas entre sí. Mientras tanto, la población israelí disfruta de libertad de movimiento dentro de Cisjordania, dentro de Israel y entre las dos zonas.

Con todo esto es que se da una idea del por qué los ataques a Gaza, para los políticos israelíes masacrar a los palestinos responde a un lavado de imagen combinado con concretar el plan de desaparecer a Palestina como nación.  Cada vez que el regente de turno de la entidad sionista tiene problemas internos recurre a agitar el peligro del “terrorismo” palestino y articular excusas que permitan masacrar al “enemigo”, ese enemigo que siempre está acechando la paz del “pueblo elegido”.  Con ello aprovechan de segregar aún más a la población Palestina y promover sus políticas expansionistas sin ningún tipo de reparo ni cuestionamiento moral.

Está vez el costo del lavado de imagen (en solo 48 horas) de Benjamin Netanyahu fue: 50 mil palestinos sin casa, al menos 70 niños muertos y se estiman 60 muertos adultos (mujeres y hombres). 

Ese es el costo que deben pagar los palestinos por los pecados  de un gobierno extranjero que los usa como excusa para ganar poder.

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