Una cena con mis padres, feliz por tenerlos junto a mi lado un año más, una cena cada año más austera a medida que envejecemos. Los regalos para nosotros ya pasan a un segundo plano, uno que otro engaño elegido con pinzas para alegrar más que para cumplir. La navidad de regalos obviamente es de los niños, sea cual sea el lugar donde se viva, se trata de que ellos disfruten, y los más afortunados, tengan el espacio para poder salir a las calles y plazas para jugar con otros niños en la madrugada del 25; la escena se repite con más frecuencia en sectores humildes, en donde los recursos escasean y el concepto de comunidad aún se mantiene. O al menos así parece, porque en muchos sectores del planeta, lo que acabo de escribir es una quimera, o una ilusión transmitida por televisión.
Por una noche o menos, algunos en el mundo se acordaron que Belén existe bajo muros de opresión. Año tras año, el cerco físico y militar junto con la expansión de las colonias ilegales usurpa lentamente aquella ciudad del territorio Palestino cual amputación con elástico que desgarra las carnes lentamente. Mientras los guías turísticos Palestinos (la ciudad se nutre económicamente del turismo) no pueden entrar en Israel desde casi 16 años, la situación inversa es casi un paseo primaveral. Afecta el turismo, afecta la economía de la ciudad, y fomenta una constante emigración de la población. Una situación que los medios se dignaron a mostrar en sus noticieros de forma breve (¿debemos agradecerles eternamente por ello?) para luego dar paso a toneladas de videos navideños graciosos a fin de pasar rápidamente la pena.
Jerusalem por estas fechas se viste con su mejor ropa y recibe a millones de turistas para mostrar un país seguro y respetuoso de la tradición religiosa, a pesar de la “sombra permanente del terrorismo musulmán”. A pocos kilómetros, muros y puestos de control crean trámites engorrosos para entrar a Belén, esparcen rumores de “atentados y violencia musulmana” y humillan a su población, reduciéndolas al mismo nivel de “serpientes y ratas”.
E irónicamente pegan un cartel en su muro de vergüenza a la entrada de Belén que reza “La Paz sea con vosotros”.
Desde miles de kilómetros de distancia, un abrazo fuerte a todo el pueblo palestino, y en especial a la gente de Belén. En nuestras mentes solo tenemos un deseo: Que la paz, la dignidad y la justicia llegue de una vez por todas a ustedes, que los niños palestinos puedan olvidarse aunque sea una noche de balas y tengan el espacio para salir a jugar con sus pares en una madrugada del 25.
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