lunes, 21 de diciembre de 2020

Mojito y un cuento de navidad (parte 1)


El frío de medianoche entra apresurado apenas se abre la puerta principal; sin pedir permiso arremete ayudado del viento y la lluvia del exterior. Una tenue luz se enciende al fondo de la sala titilando, casi avisando que el filamento de la bombilla se está a punto de quemar. En este escenario Mojito R. Corgan busca entre sus bolsillos algún cerillo para encender la estufa llena de polvo. Han pasado meses desde que se vio a nuestro protagonista por última vez, como si hubiese pasado a ser un mito urbano: algunos dicen que se encerró en un motel de mala muerte repasando sus artículos. Otros, que escapó a los burdeles del norte en busca de un amor fugaz para olvidar a Joan; lo cierto es que ni siquiera quién redacta esta introducción tiene ciencia cierta de sus últimas extraviadas andanzas.


La cuarentena inunda la ciudad y el despacho de redacción no es la excepción: escritorios vacíos y llenos de polvo. Por suerte, Mojito recuerda que tiene guardado en su gabinete los últimos resabios de martini. "Ayudará a capear el frío" piensa mientas camina directo con un vaso en la mano a destapar aquella botella. Sin aviso previo, se escuchan golpes en la puerta del clóset junto con una voz que exclama "Mojo... Mojo...". Una mezcla de extrañeza y escalofrío empieza recorrer su espalda, se suponía que no había nadie en aquel lugar más que El. No acababa de bajar su ansiedad cuando nuevamente escucha los golpes y la voz. Entrando en pánico, Mojo toma un bastón que tiene a mano y, cual fue su sorpresa que al abrir la puerta del clóset, ve su propia figura pero llena de cadenas.


¿Pero quién demonios eres? Pregunta Corgan sudando pánico. "¿No me reconoces? Soy el espíritu de las campañas pasadas" responde el espectro.


"¿Y esas cadenas que te cuelgan?"


"Cada cadena que arrastro son las veces en que has estado ausente en los partidos, prefiriendo tus juergas y orgías en vez de estar viajando para ver al equipo que te ufanas en decir que amas y sigues. Cada eslabón es la suma de tu egoísta forma de pensar, cada acoso que has hecho a los jugadores, cada negación cuando el equipo perdía, cada indiferencia que le has hecho al equipo femenino... Es la condena eterna que te acompañará por siempre Mojo"


"No puede ser" responde Mojito R. Corgan. "He puesto cada penique que tengo en cubrir a Palestino, he tenido que tragarme el orgullo para tolerar la inclusión sexual en este despacho, he dejado pasar muchas humillaciones..."


"¡Sabes que no es cierto Mojo!" Interrumpe el espectro. "Te pavoneas delante de todos de tus actos mientras manejas un Bugatti, mientras que otros y otras ponen su alma para que Palestino sea mejor mientras tu desde tu comodidad criticas mientras bebes esa porquería de licor que llamas Martini al cubo (r). Estás condenado a sufrir por siempre por tus actos".


"¿Lo dices por tratar de entrar al dormitorio del Jiménez?" Pregunta Mojo


"¡Lo digo por todo imbécil, y especialmente por eso último! ¿Cómo puedes tener decencia después de pasear en calzoncillos delante de su señora?". "Pero aún tienes una última oportunidad de redimirte Mojo; a medianoche te visitarán los espíritus de la hinchada, el femenino y las cadetes. Si tienes algo de lo que se llama corazón, podrás cambiar tu destino. Tal vez juntaste dinero en tu vida, pero lo que en verdad tenías que juntar era PASION".


"Diles que no vengan, ¡diles que no!" Gritó Corgan mientras el espectro se desvanecía en el despacho. Luego de eso solo se escuchaba a lo lejos las sirenas de los vehículos y los ladridos de los perros.


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