viernes, 5 de febrero de 2016

Exijo mi shawarma (Por Melody Carreño)



Desde mi cómodo departamento en el barrio de Achacachi, recuerdo que ha pasado casi un año desde que dejé Chile. Los recuerdos vienen a mi mente tan frescos como si hubiesen sido esta noche: la voz temblorosa de George tratando de dar con la nota de “Piel de Angel”, los rincones ocultos de Santiago, y la típica invitación de Carlos al Estadio de La Cisterna con charla motivacional de por medio. En ese rincón en medio del olvido recuerdo que probé mi primer emparedado típico chileno, el pernil. Y debo confesar que me revolucionó completamente; de ahí en adelante las comidas y probar nuevos sabores se tradujeron en subir 5 kilos que demoré casi 10 meses en eliminar a punta de gimnasio y pilates. Y de aquellas experiencias me gustaría compartir con ustedes la que respecta a los sandwich y su venta en el estadio.

¿Shawarma, Pernil o Jamón Palta?

Hace muchos años veía comer el sandwich de potito a la gente en La Cisterna, pero luego de una extraña baja demográfica de perros en el sector, este manjar popular desapareció del estadio (gracias a Dios por eso, porque el aroma del puesto…). Y como “a rey muerto, rey puesto”, el sandwich de pernil pasó a ser el tentempié del pueblo. Una rebanada gruesa de esa pierna porcina entre mitades de marraqueta crujiente se derritía lentamente en mi paladar mientras que la mostaza y ají amplificaban el sabor de la carne. Cada vez que podía ir al estadio me olvidada de la dieta y me rendía a ese placer culpable. Pero debo reconocer que los mejores sandwiches de pernil no estaban en el estadio. Aún recuerdo cuando joven las perniladas que hacía el club “Aquí Está!” de la población Santa Laura o las del club “Casa, Tiro y Lanzamiento” en Santiago Centro. El solo ver como corrían esos platos con ají hacían danzar en lúdica armonía mis jugos gástricos.

El Jamón Palta ni debiera mencionarlo. Si el Sandwich de pernil es el manjar del pueblo, el jamón palta pasa a ser el del tipo “usar solo en caso de emergencia”. Y es que no hay puesto en los estadios en que este emparedado no sea tan mentiroso y mal armado como Carla Ochoa dictando clases de política monetaria. Primero usan una hallulla rancia y dura, luego viene el jamón más húmedo y barato que se pueda encontrar; y para finalizar la cantidad de palta en el pan resulta ser una pasada con llana solo por los bordes. Así, a la vista el jamón palta resulta una merienda que desborda jamón y palta, pero al medio está tan vacío como la nuca de mi amigo Rodrigo. Solamente este sandwich se dignifica con su valor a mitad de precio cuando la gente se va del estadio, y como no, si ni siquiera el vendedor quiere irse a la casa con estos pertrechos.

Y por último, está el sandwich de medio oriente por excelencia, el shawarma (también se llama gyros en Grecia, pero no le cuenten a nadie). Este plato consistente en deliciosas y finas tiras de carne de cordero, pollo o ternera, envuelto en liviano pan pita y acompañado de vegetales, ya por si solo es una buena comida; pero si a eso le acompañamos un suave y cremoso lebbem, el bocadillo se vuelve simplemente irresistible. Quien ha saboreado esta exquisitez estará de acuerdo que el mejor shawarma que se vende en Santiago es el del salón “Al Harissa” de Eusebio Lillo. ¿Que porque es mi favorito? pues porque primero de la libertad de elegir (cordero, pollo o ternera), segundo porque a diferencia de la marraqueta, el pan pita no engorda (eso está científicamente comprobado en revistas especializadas como Cosmopolitan, Miss 17 y Glamour); y tercero, porque abarca casi todos los grupos de la pirámide alimenticia, ergo, es un alimento completo.

Ya expuesto lo anterior, planteo una interrogante que, como buena amante de la comida que soy, me ha dado vueltas en la cabeza de hace mucho tiempo, y es que ¿Porqué no se ha instalado en el estadio de La Cisterna un puesto para vender shawarma? O sea, para la copa Davis en el Estadio Palestino estaban sus puestitos de shawarma que fueron grito y plata, ¿o acaso cree la gente de la directiva que el público de La Cisterna no es lo suficientemente pudiente para probar esa delicia? ¿Si en San Carlos de Apoquindo venden sus mechadas, no sería lógico que donde hace de local Palestino vendan algo de su comida típica? Apuesto que en el estadio Chinquihue de Puerto Montt se venden sandwiches de curanto, en el Bicentenario de Chillán hace furor un buen bocadillo con longanizas, en el Elías Figueroa le ofrecen un buen pescado ahumado, y en el Fiscal de Talca les venden… (bueno, no hay nada apetecible en Talca).

¿Acaso no permitirían instalar un puesto de shawarma porque para cortar la carne se necesita un cuchillo, artefacto prohibido por Estadio Seguro? (sólo para los equipos chicos, porque Colo Colo, la U de Chile y la UC entran hasta con bazucas)

¿O existe quizás manos oscuras que monopolizan el negocio de la comida en el estadio, tal vez una confabulación de Montsanto, o peor aún, un Caval de los sandwich?

Amigo lector, es hora de exigir mayor variedad de comida en el estadio para poder disfrutar del buen fútbol en familia, así podrá invitar a sus parientes colocolinos a comer un rico shawarma el sábado al mediodía, y de paso se ahorra el almuerzo familiar, y los amigos extranjeros de seguro sentirán en un pequeño pedazo de Palestina a la distancia.

No tenga temor en exigir en el estadio esta exquisita merienda, el sabor valdrá el precio por ello. Y si queda con hambre y con las chauchas, remate con el nunca bien ponderado jamón palta.

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